16 octubre 2009

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15 octubre 2009

Imágenes sin editar de Uruguay

06 octubre 2009

Como Palermo, pero mejor

A raíz del gol de Palermo del domingo, he resuelto volver a publicar mi relato sobre un gol similar (pero mejor) que hice jugando para Sportivo Barrio Obrero. Acá va...


Mi gol de cabeza de 37 metros


La hazaña ya la he contado decenas de veces en mi círculo de amigos, pero vale la pena revivirla para nuestros lectores.
Corría le década del ´70 y nuestro equipo, Sportivo Barrio Obrero, fue a jugar un amistoso a Pueblo Italiano con un rival de categoría: Sarmiento, de dicha localidad, que se preparaba para competir en la Liga de Canals.
Promediando el segundo tiempo el partido estaba igualado en dos goles, cuando “Cucuna” Rosales, nuestro talentoso zurdo, desborda por izquierda y mete un centro fortísimo. Quien esto escribe venía por el medio apareado con el defensor y desde ¡treinta y siete metros! metió un cabezazo que se clavó en el ángulo superior derecho. Esa imágen vuelve una y otra vez a mi mente: la de la pelota convertida en misil, y el vuelo, plástico e inútil, del arquerito de Sarmiento.
El golazo en contra -derechazo al ángulo desde veinticnco metros- que luego convirtiera mi compañero John Palacios decretando el empate final, no empañó la hazaña de aquel cabezazo que se metió en la historia del fútbol de Pueblo Italiano.
Veinte años después regresé a aquel pueblo, y pasé por el “lugar del crimen”. el canchero resultó ser nada menos que aquel arquero del gran gol . Con la voz balbuceante por el alcohol, me contó que luego de aquel episodio no volvió a ser el mismo: las cargadas de sus compañeros, las hirientes chanzas de los amigos e hinchas, lo fueron hundiendo en la adicción al vino clarete, que lo empujó a abandonar el fútbol... ¡en un momento de su carrera en la que hasta Rosario Central le había echado el ojo...!
Viejos habitués a la cantina del club me juraron que no quedó documentado aquel momento: a nadie ese día se le ocurrió llevar una máquina de fotos, y las filmadoras portátiles eran un lujo sólo reservado para registrar algún partido impotante de AFA.
Pero lo más emotivo estaba por venir: a un costado de la cancha, junto al mástil de ceremonia, una plaqueta, ennegrecida por el tiempo, recordaba aquel gol. Allí figuraba correctamente mi nombre, decía que efectivamente fue desde treinta y siete metros, pero la alegría no pudo ser completa... ¡Mi ego quedó destrozado cuando leí que pusieron... ¡que le había pegado con la nuca!¡Pobrecitos...! ¡¿Qué partido estuvieron viendo esos resentidos...?!

04 octubre 2009

No habrá ninguna igual...


03 octubre 2009

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