Gravísimo error de ADEPA
En qué se advertirá el bienestar de los
Jericles, Pablo Fernández, Argüelles y Aníbal, dibujando
Ya estamos en el tercer día del Encuentro de Humoristas en la Patagonia, y la estamos pasando a lo grande...
La idea de ponerle este título al informe sobre nuestro viaje al Sur Argentino es de Segundo Freytes, que comparte mi viaje al igual que su hermano Anibal, ya que por su duración y peripecias tiene mucha similitud con el emprendido tiempo atrás por el Che y Granados (¡no, Pablo no...,!). Esperamos no teminar en un incómodo catre de la selva boliviana...
La Carlota. Segundo semestre del año ‘74.
Desde el verano que venía jugando en la segunda división de Jorge Ross, y aquel era EL GRAN DOMINGO: por la lesión del wing derecho titular, me tocaba debutar en primera división... ¡y nada menos que en el clásico de los clásicos contra Central!
No debe haber nada comparable a esa sensación de vértigo que producía relojear desde el túnel el estadio del “Chaco” colmado por cinco mil personas, cuatro mil novecientas noventa y nueve leones rugientes (no lo cuento a mi viejo, que había ido a verme pero estaba en un rincón callado, semi escondido, tal vez temeroso de que mi actuación le produjese verguenza ajena...)
Faltaban segundos para que nuestro capitán diese la orden de saltar a la cancha, el olor a Aceite Esmeralda hacía irrespirable el aire del túnel y una mezcla de emoción y cagazo hacía que mi adrenalinómetro estuviera a punto de reventar.
Mil imágenes pasaban por mi mente en esos gloriosos segundos: mi abuela deseándome ”que no me lastimara” (Fidela era de Central y jamás se le hubiese ocurrido desearme un triunfo), la posibilidad de convertir el gol de la victoria faltando un minuto, lo que me aseguraría una titularidad inamovible de ahí en adelante, y -¿por qué no soñar un poco?- un pase al fútbol grande de Buenos Aires...
Con la pelota en la mano piso el último escalón, salto a la cancha y...
Lo que sucedió en ese momento no se lo deseo al peor de los enemigos: veo al Negro Langone, secretario de la CGT carlotense, acompañado por dos roperos, que se plantan en el medio de la cancha para informarle al árbitro que acababa de morir Adelino Romero, el capo máximo a nivel nacional de la central obrera, y que en señal de duelo el Jefe Político del Partido Justicialista había decidido, unilateralmente, la suspensión del partido hasta nuevo aviso.
¿Se imaginan el final de la historia, o prefieren que les cuente que cuando se jugó el clásico, un par de semanas después, volvió el wing titular de Jorge Ross, yo no estuve ni en el banco de suplentes, y que mi debut oficial en primera división no se produciría jamás de los jamases?
El final del `74 me encontró siendo suplente de la reserva, y con la firme promesa de que el año próximo volvería vencido a la casita de mis viejos, o sea volver a ponerme la número “siete” albiverde del glorioso Sportivo Barrio Obrero, mi club de barrio.
Y, sí: esta anécdota algo de resentimiento me dejó: recién treinta años después volví a votar a un candidato peronista...
JERICLES
Una gran noticia - primicia de este blog- para cerrar el Día
La historieta y yo
Se celebra el Día de la Tradición en homenaje a...
Acá estamos con Ham y Furnier en Villa General Belgrano,
En la foto aparezco junto al Juan Delfini, a principios de los